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Deshilachados del amor

Se mira en el espejo esperando encontrarse, no es posible ser siempre la misma persona.

Bordes deshilachados 26

Regalar un espejo de mano es como meterse dentro del bolso de alguien, pero con una invitación para que se comprenda. * No sabes cuánto le duele haberte arrojado a los pies de tus caballos, intentó avisarte, pero la luz les encandiló. Parece que lo que ilumina no siempre muestra el camino. * Del invierno pasado no logra recordar cómo se abrigaba, debe transcurrir primero el frío porque la necesidad hace a la memoria.

Bordes deshilachados 25

Ponemos patas arriba la cocina. Buscamos un refugio entre las baldosas, debajo de la mesa, en la alacena. Somos pequeños y todavía no sabemos que el único refugio es la intempérie.  * Cuando llegue el día que no necesite decir lo buena que es, ni valorar cuánto le quieren, el día que  nadie venga detrás limpiando las huellas. Cuando llegue ese día, al volver a casa se encontrará sentada, digiriendo en su entrecejo esta idea para sobrevivir. Para ése día, que podría ser hoy,  se habrán disuelto las expectativas y el miedo, entonces todo quedará reducido a esta espera de la nada. Mientras tanto, sigue atenta. * El ladrido de un perro hace más profundo el silencio.

Bordes deshilachados 24

                                                                             “No lo aclares que oscurece” Cuando habla de algo que le importa fija su mirada en algo ajeno, como un ancla.                                                                              * Igual que le ocurre con lo que hereda, ante lo merecido no siente reparo. *  Dibuja un corazón y escribe su nombre que es el mío.

Bordes deshilachados 23

                                                                                                                      de Teo Un pájaro de aire chocó contra la pared de mosaicos, pero no fue el pájaro sino su voz. * Salva una conversación en la acera para evitar llevarse palabras que no le corresponden. * No compra una libreta desde que sus ideas se dispersaron.

Bordes deshilachados 22

Lo único que se transforma es el futuro, por eso practica una especie de fe en el presente. * Se sincronizan las palomas y una nube porque van en la misma dirección. Cuando tú las miras también vas en esa dirección. * Son tan distintas las palabras de lo que quieren decir, pero se comprometen unos trazos con un pensamiento y se da la comunicación, a veces las pactos no solo sirven para entenderse.
Mientras el aire juega con la mañana los cuerpos y las hojas se mueven como si fueran una misma cosa. Con la mano izquierda sujeta el cuaderno y el sonido de un motor, el de la piscina y algún pájaro del cielo. El Escorial se silencia, pero las voces de la casa y el sol en el cuaderno. Hay perros mata lobos y espantapájaros siniestros. Como por fuera de la casa que las avispas merodean y el lápiz y la araña y las niñas que corren tras ella. Una urraca llama al fuego, el vecino corta leña, al abrir la mano izquierda los sonidos se dispersan, porque por muy sereno y como Suiza por los abetos, los tejados de pizarra, los patos y los recuerdos aquí los cuerpos se mueven al sonido del silencio.

Gestos

Todo son gestos, dijo, y sacudiendo la cabeza como si quisiera librar a un pensamiento de las ataduras de la mente, guardó silencio. Llegó por la noche, discreta y silenciosa, pero anunciada y veraz. Y fue justo la forma en la que llegó lo que le dio la bienvenida. Un gesto y una imagen se parecen, valen más que todo lo que se pueda decir. La mirada por encima de las gafas, la forma de andar como sembrando, o tal vez, las manos en los bolsillos y la mirada perdida. De entre todos los gestos tú eres.

Bordes deshilachados 21

Es tan nítido que en una décima de segundo se puede ver, pero en su momento. * Cuando se bordea lento lo simple se transforma en lo importante. * No conserva ninguna amistad del pasado porque siempre es presente. * Sale a la calle para no entrar en sí.

Bordes deshilachados 20

Las huellas no se ocultan porque nos hacen, ocultarlas sería no ser. * Los libros son hermanos de la mente, tal vez espejos.  * Mi ser recita poemas por la noche mientras duermo. Los contengo y al dormir los escucho, pero no los escribo porque no los recuerdo. Sé que están ahí, confiando en mí.

Sobre el funcionamiento de la caja

Dentro de la caja de las fotografías se mezclan las imágenes en blanco y negro de la mamiya con las polaroid de la playa y las fotos en color del último viaje. Cumpleaños, despedidas y nacimientos conviven con los padres, los amigos y el paisaje. Encima de una cara de anteayer hay otra cara de los años ochenta, detrás, una foto de los niños en la montaña. En el fondo de la caja, fotografías que no se conocen, chocan también sus caras, hablan y tal vez regresan. El hijo creció dentro de la caja. La madre se casó con el padre dentro de la caja. El abuelo murió, los amigos van y vienen, pero todos están dentro de la caja. Un día pensó en ordenar las fotografías en un álbum, en la línea del tiempo, pero prefirió el caos como memoria.

Todo por escrito

Aprendo caligrafía japonesa. Hay algo que quiero escribir que solo cabe en esos trazos. Asisto a la primera clase y me siento pequeña, insegura ante el pincel a menos diez, pero fascinada por la fuerza de la tinta negra, conmovida por el trazo y perdida entre la colina y el mar del tintero. Esta semana no he escrito nada, ni siquiera en japonés. Después de la primera clase de caligrafía solo dejo que el agua en la ducha caiga sobre mí indirectamente, igual que cae sobre el pincel, a ver si así va saliendo la tinta.

Bordes deshilachados XIX

Hay archipiélagos de trabajo, de familia o de calle. Archipiélagos casuales donde las personas somos islas, pero a la deriva. Nos juntamos y separamos por elección, obligados o desorientados. Ayer formé archipiélago con una familia en la sala de espera de un médico. Esta mañana, con dos ancianos y una niña por la acera. Ahora, sola en mi casa, vuelvo a la isla. * ¿Cuánto tiempo pesa la soledad para transformarse en ligera?  * Para mirar a los niños bajamos la cabeza, pero con ilusión. Ellos miran hacia arriba con miedo,  preguntándose por nuestro niño. 

Bordes deshilachados XVIII

El presente es como una rama de árbol que nos retiene, solo ella nos salva del tiempo, como a los pájaros. * En la soledad se descubre que al echar de menos a alguien, a veces, se le atribuyen cualidades que en el fondo te pertenecen. * Cuidar de un objeto de alguien que ya no está es como cuidar de un recién nacido.

Conmoción 1: el paseo

La tarde parece latir como un viejo reloj al que le pesan las horas. Pero al salir de la casa una furgoneta cruza la calle a toda velocidad. Ve dos veces a tres ciclistas y una vez al mismo perro. El sol da la espalda a las nubes mientras camina. Siempre se escuchan campanas cuando te llamo, escucha,   pero en esta ciudad realmente todos hablan del tiempo, les oye al pasar, empieza a llover, hablan y corren. Al final fuiste tú el que le dejó, escucha decir. Al llegar al café le persigue esa frase, en el jardín también hablan. Las conversaciones, que bailan en el aire, no le pertenecen. Está fuera a pesar de estar fuera, se moja. Ha pasado mucho tiempo y ha aprendido solo lo justo, se sienta. No piensa en el futuro, pero hace planes elásticos, los mide. El té baja por su garganta, cierra los ojos y lo siente. Mientras en la calle dormida, no muy lejos, unas planchas de aluminio que protegen una obra crujen, allí también llueve.

Sobre el tedio que muestra Herta

Existe el tedio de los metros de pasillo caminados hacia ningún sitio, el tedio de los que siempre llegan tarde y disimulan su cobardía. Existe el tedio de mirar por la ventana y ver siempre lo mismo. El de las horas muertas imposibles de pasar por muertas. Existe el tedio del sonido de fondo, como un animal que respira. El tedio de la falta de afecto, a nadie le importa nadie. Existe el tedio de no saber cómo ordenar los pensamientos y el tiempo, esa locura. El tedio de tener que mentir, como si nada pasara. El de no perdona al sueño, sentada en una silla, el tedio de no tener nada que hacer, pero escribir.

Bordes deshilachados XVII

Pedalear es como mirar a la montaña, parece que siempre te acercas.

Vigilia I

El martes soñé que me encontraba de frente conmigo y sonreía. Ayer, que me decía adiós con la mano. Hoy no he pegado ojo, no vaya a ser que me duerma y no me vea. *  Soñé que escribía un texto, en la vigilia lo pasé a limpio en el techo. * En un cuadro de un pintor surrealista entra un león por la ventana. Sé que ocurre lo mismo en mi casa, por eso, cuando duermo, vigilo a ver si lo veo.  

Bordes deshilachados XVI

Ocurrió muy rápido, tanto como ocurren todas las cosas, pero solo calculamos su velocidad cuando galopamos sobre ellas. * Viste falda marrón y rebeca azul marino, acaso por el color y el sentido de las palabras: una ladera junto al mar es su paisaje. * Usa ropa de segunda mano por la misma razón que lee pensamientos de otros y se rodea de utensilios que otros han fabricado. Todo es de los otros, nosotros también.

Bordes deshilachados XV

Los objetos son sentimientos, artefactos que se crían en la habitación de la vida. * Al decir buenos días estamos deseando buen día para el resto de nuestra vida. * La ropa tendida le roba los movimientos al viento.

La soledad y el espejo

Los espejos solo funcionan en compañía, la soledad es traslúcida. ¿Cómo es que no se ve si lleva toda la vida consigo misma? En soledad somos muchas cosas que dejamos de ser cuando nos relacionamos, no todos estamos orientados hacia el espejo. Hablamos de otros para no estar solos. Siempre nos acompañamos, pero sobre todo en soledad.

Bordes deshilachados XIV

Estoy de acuerdo que utilizar el lenguaje para explicar el mundo limita el mundo al mundo del lenguaje. *  Me voy deshilachando por los bordes, pero al menos al tirar de una hebra saco algo de trama. *  Cuando dos miopes se besan, sus gafas como espadas tantean al adversario. * Todas las cortinas son provisionales.

El desorden

El argumento de la silla y la mesa es el despacho, el de las galletas, una merienda. El agua es el argumento de la sed. Aun así, a pesar del orden, una lavadora vieja y una rueda de una bicicleta habitan en un vertedero, y en los grandes almacenes las novedades literarias y la leche de oferta se colocan al lado de unos zapatos del cuarenta. Porque la condición esencial para llegar a ser argumento es que el desorden preceda a la trama.

Bordes deshilachados XIII

Como las ideas se materializan por insistencia, entonces las palabras pueden mudar a estampado de sofá o a color de bicicleta. *  Cuando ya no estemos, la conciencia será de otros. Tiene que ser parecido a entender, pero diferente a pensar.

La cara de Wislawa

Una niña idéntica a la Sonia de Vania en la calle 42 , atraviesa el mar de Chéjov y Louis Malle hasta llegar a la mesa de este restaurante perdido. Ella ignora que su cara, como tantas otras caras, confirma una certeza: que la naturaleza se aburre, y como decía Wislawa, pone caras de segunda mano. "Tu cara, la mía, la de quién – no lo sabrás nunca.” Hoy la naturaleza ha puesto la cara de Wislawa en otra cara.

Un solo borde

Primero fue el lenguaje para pensar el mundo, luego hubo que pensar el lenguaje.

Bordes deshilachados XII

Al nacer, como no sabe su nombre, pregunta. Luego, como lo sabe, no recuerda quién es y calla. * Las ovejas de su pensamiento corren asustadas ante la presencia de una idea lobo. * Algo hermoso deja de serlo por exceso. Algo feo nunca deja de ser feo. * El tiempo que tarda en entender que no hay tiempo que perder pasa y se pierde.

La respuesta

A veces las casas y las calles no son la respuesta, a veces tampoco es la montaña a lo lejos, verde, pero esperando el agua que no llega. Tampoco la forma de las nubes en ángel gigante que fabrica el viento que viene de África, el que trae la arena que envuelve el cielo como un velo que no deja respirar. Entonces tiene que ser la gente, que desde este balcón no veo, pero intuyo dentro de sus casas o conduciendo los pequeños coches que cosen la autopista lejana, la respuesta a este sin sentido tienen que ser ellos, con sus movimientos silenciosos, ese ir y venir que busca el mismo ángel en la forma de las casas, de las calles o en el cielo que nos muestre la respuesta.

La forma de los frutos

Elegimos el árbol por la forma de los frutos. El paseo había sido corto, aún no esperábamos encontrar  la tarde que andábamos buscando. Buscábamos un cañaveral meciéndose con el viento, unas nubes teñidas de rojo a pesar de ellas, la silueta de un sendero perdiéndose en la montaña, pero no el árbol que elegimos. Sus frutos cambiaron nuestros planes. Cruzamos la acera, saltamos una pequeña tapia y sacamos la fotografía, para confirmar la elección.