Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2022
    Dime tus leyes, para saber qué es trasgresión. Duermo con el único propósito de reconocer al material, saber con qué tejido cose la naturaleza.  Si no duermo no hay sueño.   Foto, Daniel Mordzinski, 2022.  
Sobrevive el misterioso juego, sobremesa natural con esferas que giran, también naranjas con ombligo, en una cesta de fruta, bolitas de pan que vibran y tiemblan. Forman bajo el dedo, en cada almuerzo, redondas e infinitas, formas de pan, apetito de amor, voces que se reconocen, voces que  explican la redondez de los recuerdos.
Que habla con el vientre Cuando te falta infancia, te sobran ganas de jugar. Me habita. Soñar con ella no me basta.   Con la boca del estómago, a veces habla.
Cuando escribo, no estoy sola, me acompañan ellas, las que escribieron. A pesar del tiempo, en una habitación propia, la campana de cristal sigue asfixiándonos. Escribir es el único lugar, lo demás es ilusión y condescendencia. Al escribir respiramos: Sylvia Plath, Violette Leduc, Emily Dickinson, Simone Weil, Virginia Wolf, Josefina de la Torre, Olga Rivero Jordan, Wislawa Symborska, Pino Ojeda, Mercedes Pinto, Emilia Pardo Bazán, Lucia Berlin, Natalia Sosa Ayala, Marina Tsvietáieva, Carmen Laforet... Cuando escribo, recuerdo sus caras y levanto la mía.
  Mar negro La última vez que visitó a su madre, en Europa no había guerra. Una vez por semana la visitaba y luego tomaba café, en el bar que explotó de madrugada. Se salían del televisor los tanques y la sangre, que se extiende, como lo hacen la incredulidad, el terror y la desesperanza.  No podemos ser nosotros los que explotamos, gritaba. Recordó la última vez que vio el mar, cuando subió a la azotea, tan solo hace una semana. Desde su azotea veía el mar muy cerca. La última vez, que visitó a su madre, tomó una instantánea.   Foto: Black Sea. Nasa, 2004.
  Escribir es la amiga que no deja de serlo. Estiro las ideas, para que tomen la curva. La respiración es el manual de vuelo.
    La mano de Doce La mano no pertenece al cuerpo, pertenece al gesto de la palabra. Una mano de cuadro prerrafaelita, que otorga en este momento a los detalles, refinamiento, tono y espejismo y el mismo valor al mecanismo simbólico primero, que a cada palabra tratada con su exactitud. Una mano limpia, que parece que habla. En una mano, casi todas las palabras puras. Casi todas las puras palabras, en su mano. En medio de los comensales, detrás de una ventana que se abre, fulgura una angelical y marmórea luz, que no se apaga. Bendice la mesa con palabras.    (Éramos trece y no en la última, sino en la primera cena) Foto: Captura de la mano, foto de Isidro Hernández, 2022.
  Una no está sola, se tiene en la cara y en las manos que la lavan. Una. Foto, Anselmo Hernández, 1989.
        De una vida propia Lo que transcurre en la mente camina por el brazo, para encontrar la tinta que del bolígrafo brota. Cartas y poemas son surcos, con chispas azules o negras, de la pluma que detona. Muchas veces exploté. Una echa de menos la intuición del yo verdadero.