Ir al contenido principal

Conmoción 1: el paseo




La tarde parece latir como un viejo reloj al que le pesan las horas.
Pero al salir de la casa una furgoneta cruza la calle a toda velocidad.
Ve dos veces a tres ciclistas y una vez al mismo perro.
El sol da la espalda a las nubes mientras camina.
Siempre se escuchan campanas cuando te llamo, escucha,  
pero en esta ciudad realmente todos hablan del tiempo,
les oye al pasar, empieza a llover, hablan y corren.
Al final fuiste tú el que le dejó, escucha decir.
Al llegar al café le persigue esa frase, en el jardín también hablan.
Las conversaciones, que bailan en el aire, no le pertenecen.
Está fuera a pesar de estar fuera, se moja.
Ha pasado mucho tiempo y ha aprendido solo lo justo, se sienta.
No piensa en el futuro, pero hace planes elásticos, los mide.
El té baja por su garganta, cierra los ojos y lo siente.
Mientras en la calle dormida, no muy lejos,
unas planchas de aluminio que protegen una obra
crujen, allí también llueve.

Comentarios

Kiddo ha dicho que…
Hay dìas que nos llueve aun adentro, y hay dìas que la lluvia no se larga. Siempre hay la esperanza de aprender a amarla.
Pepa ha dicho que…
Claro, no hay nada como entender que las cosas son como son, eres generosa, Kiddo, gracias.

Entradas populares de este blog

Teorías personales 2

Verse por dentro puede ser tan doloroso como verse en el espejo, pero nunca tanto como no hacerlo. El armario es la disección de una persona. La ropa,  las evidencias para resguardarnos de nosotros mismos. Atreverse a abrirlo es una autopsia sin muerto. Hoy se puso un vestido que era igual que sus impresiones: un lazo en la cintura agarraba las tripas al corazón. Si el clima fuera electivo, a gusto de cada uno, estaría continuamente cambiando, como ahora.

Todo por escrito

Aprendo caligrafía japonesa. Hay algo que quiero escribir que solo cabe en esos trazos. Asisto a la primera clase y me siento pequeña, insegura ante el pincel a menos diez, pero fascinada por la fuerza de la tinta negra, conmovida por el trazo y perdida entre la colina y el mar del tintero. Esta semana no he escrito nada, ni siquiera en japonés. Después de la primera clase de caligrafía solo dejo que el agua en la ducha caiga sobre mí indirectamente, igual que cae sobre el pincel, a ver si así va saliendo la tinta.
 El cuerpo se queda atrás cuando me muevo. ¿Quién es la que se mueve si no hay cuerpo? Es una jaula, no el cuerpo, sino la cabeza que lo piensa. Morir, pero no de cuerpo.