Tres recuerdos te acompañan y no sabes qué hacer con ellos. No tienen conexión aparente, ni encajan en una historia más larga. Tampoco sirven para una corta, no tienen importancia, pero los llevas contigo como si fueran una carga. Tal vez si los escribieras te librarías de ellos, pero parece que te gusta saber que están ahí, creer que son hitos que debes recordar, momentos que visitar para no olvidar quién eres. Pero mirar desde una esquina el edificio en ruinas, sentir el sol en el cristal del agua y la piscina navegando en los ojos de una niña, no lo recordarás más.
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Cuando espero en la calle pierdo la propiedad de ser. Los que pasan me miran, ellos saben también que no me pertenezco, saben que espero, que no soy de ellos, ni de mí, ni del tiempo. Vengo a lo lejos.
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