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Caras en mi ciudad



La mano de una muchacha se aferra con fuerza a la de un muchacho, parece que se quieren mucho, no se separan. Entran en el baño de una cafetería así pegados y luego se les ve salir a cada uno por su lado. En realidad les unía el dulce con el que habían merendado. Corriendo, huyen del empalago.

*

En mi ciudad, después de una campaña electoral, han colgado en los postes donde sonreían las caras de los candidatos, la publicidad también sonriente de las caras de unos payasos que anuncian la llegada del circo. No sé cuál de ellas da más tristeza.

*

Me gusta cómo los perros esperan a sus dueños aunque haya algo de amargura en esa espera.


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Verse por dentro puede ser tan doloroso como verse en el espejo, pero nunca tanto como no hacerlo. El armario es la disección de una persona. La ropa,  las evidencias para resguardarnos de nosotros mismos. Atreverse a abrirlo es una autopsia sin muerto. Hoy se puso un vestido que era igual que sus impresiones: un lazo en la cintura agarraba las tripas al corazón. Si el clima fuera electivo, a gusto de cada uno, estaría continuamente cambiando, como ahora.

Un solo pensamiento

El hueco preserva el vacío de sí mismo, que está por llenar. * Son las grietas las que edifican porque transpiran lo que soportan. * Es tan real un desierto, como incierto el oasis que se busca por incertidumbre. * Pero el mundo no se cae, porque el pájaro que aparece en su ventana recibe lo que piensa.
 El cuerpo se queda atrás cuando me muevo. ¿Quién es la que se mueve si no hay cuerpo? Es una jaula, no el cuerpo, sino la cabeza que lo piensa. Morir, pero no de cuerpo.