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Caras en mi ciudad



La mano de una muchacha se aferra con fuerza a la de un muchacho, parece que se quieren mucho, no se separan. Entran en el baño de una cafetería así pegados y luego se les ve salir a cada uno por su lado. En realidad les unía el dulce con el que habían merendado. Corriendo, huyen del empalago.

*

En mi ciudad, después de una campaña electoral, han colgado en los postes donde sonreían las caras de los candidatos, la publicidad también sonriente de las caras de unos payasos que anuncian la llegada del circo. No sé cuál de ellas da más tristeza.

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Me gusta cómo los perros esperan a sus dueños aunque haya algo de amargura en esa espera.


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Sobrevive el misterioso juego, sobremesa natural con esferas que giran, también naranjas con ombligo, en una cesta de fruta, bolitas de pan que vibran y tiemblan. Forman bajo el dedo, en cada almuerzo, redondas e infinitas, formas de pan, apetito de amor, voces que se reconocen, voces que  explican la redondez de los recuerdos.