Un antifaz, para ver en la oscuridad. La sombra de la araña, un collar. En la axila, el león de la ventana. La mano derecha, para cargar los poemas escondida detrás, en la espalda. Y la izquierda dispuesta en jarra: agujero por donde nace la magia.
El que tarda en vestirse, en desayunar, el que invierte en salir de casa. Los pasos contados hasta el tranvía, los niños corriendo hacia el colegio. Un coche blanco le cede el paso, saluda a su conductor. Se fija en la hora, en la calle, en la gente, en el aire, como entra a sus pulmones, en el sol, como corre la cortina, en sus latidos, como significan tiempo.
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