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Ha entrado en erupción el televisor.

Un volcán flamea en la pantalla. Cada llamarada, una cara, como un ser mitológico de múltiples caras. Fuerza que ruge en su avance y engulle todo con lo que se topa. Lenta, pero implacable, no sabemos si piensa, si es consciente de su torpe travesía, la lava.

Crepita la forma original del miedo. Tremor de otra época, antigua y primera, terror a la montaña de fuego. Luego vendrán las historias, pero el impacto inicial es un choque tectónico, entre capas de tiempo, como si se escapara, del origen, la imagen del primer sueño.

Apago el televisor para dormir al dragón. En una pequeña pantalla de la mente fulgura la pesadilla. 



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