Hay archipiélagos de trabajo, de familia o de calle. Archipiélagos casuales donde las personas somos islas, pero a la deriva. Nos juntamos y separamos por elección, obligados o desorientados. Ayer formé archipiélago con una familia en la sala de espera de un médico. Esta mañana, con dos ancianos y una niña por la acera. Ahora, sola en mi casa, vuelvo a la isla.
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¿Cuánto tiempo pesa la soledad para transformarse en ligera?
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Para mirar a los niños bajamos la cabeza, pero con ilusión. Ellos miran hacia arriba con miedo, preguntándose por nuestro niño.
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