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El lugar de un poema lo ocupa un volcán. El ladrido de un perro junto al silencio de la noche. El olor a café, la hora del almuerzo, una puerta que se vence. Era temprano, domingo por la mañana y se abrió la tierra. No estaba allí, pero como si estuviera. Mi alegría se precipitó espesa y negra como la lava incandescente que todo lo niega.

 

 

 

 

 

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