Elegimos el árbol por la forma de los frutos. El paseo había
sido corto, aún no esperábamos encontrar la tarde que andábamos buscando. Buscábamos un cañaveral meciéndose con el viento, unas nubes teñidas de rojo a pesar de ellas, la silueta de un sendero perdiéndose
en la montaña, pero no el árbol que elegimos. Sus frutos cambiaron nuestros planes.
Cruzamos la acera, saltamos una pequeña tapia y sacamos la fotografía, para confirmar la elección.
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