Para no seguir el hilo de los acontecimientos, con la mirada sigo el camino de una ranura de la pared que, como orografía de una pena, sigue el mismo trayecto.
Me gustaría dejar dormidas a las palabras en mi cama, aunque sería mejor barrerlas como a la azotea de mi casa. Mi casa tiene una azotea, desde allí diviso y hago como si mantuviera el orden.
Me parezco a la casa, pero no soy. El pasillo lleno de palabras, pero no son. Pensamientos que quieren abrir ventanas que no son ventanas.
Un lunes por la mañana, en la copa del naranjo, se posó un mirlo. Cerré la cortina el lunes por la tarde, y allí seguía el mirlo, navegando entre las ramas de su amado naranjo.
Encerrados en el reflejo carecemos de la perspectiva suficiente para vernos, con todos los matices, cualidades y aspectos, a pesar de eso jugamos a encerrarnos.
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