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Mostrando entradas de mayo, 2012

Conmoción 1: el paseo

La tarde parece latir como un viejo reloj al que le pesan las horas. Pero al salir de la casa una furgoneta cruza la calle a toda velocidad. Ve dos veces a tres ciclistas y una vez al mismo perro. El sol da la espalda a las nubes mientras camina. Siempre se escuchan campanas cuando te llamo, escucha,   pero en esta ciudad realmente todos hablan del tiempo, les oye al pasar, empieza a llover, hablan y corren. Al final fuiste tú el que le dejó, escucha decir. Al llegar al café le persigue esa frase, en el jardín también hablan. Las conversaciones, que bailan en el aire, no le pertenecen. Está fuera a pesar de estar fuera, se moja. Ha pasado mucho tiempo y ha aprendido solo lo justo, se sienta. No piensa en el futuro, pero hace planes elásticos, los mide. El té baja por su garganta, cierra los ojos y lo siente. Mientras en la calle dormida, no muy lejos, unas planchas de aluminio que protegen una obra crujen, allí también llueve.

Sobre el tedio que muestra Herta

Existe el tedio de los metros de pasillo caminados hacia ningún sitio, el tedio de los que siempre llegan tarde y disimulan su cobardía. Existe el tedio de mirar por la ventana y ver siempre lo mismo. El de las horas muertas imposibles de pasar por muertas. Existe el tedio del sonido de fondo, como un animal que respira. El tedio de la falta de afecto, a nadie le importa nadie. Existe el tedio de no saber cómo ordenar los pensamientos y el tiempo, esa locura. El tedio de tener que mentir, como si nada pasara. El de no perdona al sueño, sentada en una silla, el tedio de no tener nada que hacer, pero escribir.

Bordes deshilachados XVII

Pedalear es como mirar a la montaña, parece que siempre te acercas.